Descripción enviada por el equipo del proyecto. En un terreno de 360 m2, con 6 metros de desnivel y privilegiado por su vista al Mar de Cortés, se plantea una idea simple, enmarcar el escenario. A partir de esta circunstancia excepcional se diseña una vivienda unifamliar de 165 m2 con un programa arquitectónico corto y básico: en planta alta el área privada con una sola recamara, baño y vestidor; y en planta baja –a nivel de calle- los espacios públicos de sala, comedor, cocina, estudio, baño de visitas y cochera.
Una gran base de piedra mantiene la casa flotando sobre el terreno natural, con la finalidad de mantener libre la vista y protegerla de los escurrimientos pluviales en época de huracanes. El proyecto se resuelve formalmente con tres elementos: una piel gris que envuelve, una masa roja que se inserta y un volumen de color café que amortigua.
El deseo de máxima apertura de prácticamente todas las áreas sólo hacia el mar, da como resultado esta piel que protege y aísla la casa en sus costados, pero que se abre a esta impactante panorámica con dos grandes ventanas: una para las áreas en planta baja y otra para las áreas en planta alta, y a través de las cuales se capta la mayor iluminación y ventilación natural.
Para garantizar la sensación de amplitud y la continuidad espacial, se sustituyeron los muros interiores y la losa de entrepiso por un cubo rojo que contiene el estudio, servicios y baño de visitas; y que da forma a las escaleras que conducen a la planta alta. Por último la cocina, contenida en un solo muro grueso de color café, sirve como amortiguador de ruidos y vista de la calle. Un proyecto que a través de una serie de operaciones formales, termina definiéndose con un solo gesto, el marco hacia la vista.